En mi reproductor: lo que estoy escuchando

Queriendo darle algo más de continuidad al blog decidí crear esta nueva sección, “En mi reproductor”, una pequeña muestra de los últimos discos que estoy escuchando. Sin embargo, en lugar de usar el formato de entrada (que no obstante mantendré para notificar las actualizaciones) he optado por poner las canciones con sus respectivos enlaces en la barra lateral del blog, así se podrá acceder más directamente. Además encontrareis un breve comentario del disco al desplazar el ratón por encima del enlace. Espero que lo disfrutéis 😉

G

Historias de fantasmas: Opeth – Ghost Reveries

Las velas arden, el espejo refleja solo carne. Hay poca luz, huele a cera quemada y azufre. Es la hora del gran ritual, la conjuración primitiva; fantasmas se reverencian ante mí buscando consuelo, atrapados entre uno y otro mundo. Tienen historias que contar, cadenas de las que librarse; son oscuras y pesadas, pero ellos creen que cuando se desprendan de ellas podrán marcharse. Escuchémoslas.

Ghost Reveries, octava observación de la banda sueca Opeth es, como la mayor parte de su música, un portal a través del que sumergirse en otra realidad. Pasajes brutales y oscuros se entremezclan con otros de calma y belleza; todo en medio de un caos armónico y melódico, indiscernible, donde únicamente gobiernan la entropía y el sentimiento. Historias se van desengranando, igual que una serpiente venenosa mudando su piel, narradas por retorcidos riffs. A veces la ponzoña se desprende, quedan el arrepentimiento o la redención; la paz simplemente, cristalizada por las notas de una guitarra acústica.

Ghost of Perdition, la primera de las historias que componen Ghost Reveries, destripa la aflicción de una mujer; su hombre a muerto, su hijo vivo la culpa de ello; ella es un fantasma, vacía por dentro, sumida en la rutina sin sentido, viendo los años pasar, Why would we really need to live?. La voz gutural de Akerfeldt narra su miseria, pero entonces se vuelve dulce aunque engañosa: un extraño aparece, con promesas de juventud.

Devil cracked the earthly shell

Foretold she was the one

Blew hope into the room and said:

You have to live before you die young”

El hombre ve su miedo y dolor, su lenta decandencia; la reclama para sí, engatusándola. Los actos se suceden una tras otro, sin tregua, es una espiral de locura; los compases varían, los ritmos se entremezclan, desaparece el sonido pero cobra forma un lógica infernal.

Mother light received

And a faithful servant’s free

El pacto está hecho. Pero su hijo ve el alcance de todo ello, el mal subyacente; todo estaba planeado, la muerte de su padre, la huída de su madre, la aceptación del extraño, la traición escondida en la pasión. Trágica amistad tras la que solo puede ocultarse el diablo.

To see a beloved’s son

In despair of what’s to come

No lo consentirá. Enrolla una soga alrededor del cuello de su madre, convencido de su maldad. Pero ya es demasiado tarde cuando se da cuenta de quién se ensalza como único vencedor. El fantasma de la perdición; el fantasma de la perdición.

Los mastines rugen atronadores en The Baying Of the Hounds. Taladran con sus ladridos la mente del hijo; his words are flies, his mouth is a vortex. El gran plan se revela, la estructura maquiavélica que su madre y el extraño tejieron; en su mente de lodo, solo florece una única verdad. Y los mastines vienen chapoteando, salpicando su ira. Cuando cierran sus fauces sobre él la rabia explota en un culmen sonoro: la batería muerde, las guitarras arañan y una voz surge del inframundo, tapiando la de una mujer, que se ahoga en la profundidad del cenagal.

Drown in the deep mire

With past desires

Beneath the mire

Drown desire with you now

Por un momento el hijo encuentra la paz, y al creerse libre de su ira, acepta al propio extraño. Se desata un averno disonante, el diablo hecho música; los mastines aullan, triunfantes.

 

Pero, ¿que hay más allá de las profundidades? Ciertamente algo más que hechizos, peor que la magia más negra. Una muerte nunca superada; la enfermedad de la pérdida. Una vida etérea, la de un fantasma. La madre nunca encontró consuelo, solo la culpa de su hijo, lo que se convirtió en responsabilidad y después en el fracaso de una familia abortada.

Haunted nights for haleyon days

Can’t sleep to the scraping of his voice

Nature’s way struck grief in me

And I become a ghost in sickness

Beneath the mire se remueve turbia, desquiciada, formando grumos que explotan en melodías deformadas. La carga de la madre es demasiado pesada, trágica; pero el cenagal lo absorbe todo; nostagia que aflora en locura, desenfreno a contratiempo. Él, tiene la llave al fin del sufrimiento, el castigo que se merece; la muerte a manos de su hijo; lo que sea para lavar su dolor. Más allá de la ciénaga quedan la locura, y también sus heridas.

Master

A delusion made me stronger

Yet I’m draped in pale withering flesh

I sacrificed more than I have

And left my woes beneath the mire

Atonement anuncia la paz efímera del hijo. Como una tranquilidad primigenea, lo envuelve. La música suena mística, misteriosa; no hay gritos, tan solo claridad, la lluvia golpeando las palabras entre ritmos tribales. El hijo ya no sufre, ¿pero cuál ha sido el precio?

Rising moon and my skin is peeling

Past undone

Suddenly, I can’t justify

What I had become

 

Isolation Years, que pone cierre al disco, es a la trágica historia el epílogo. Una persona, tú o yo, cualquiera, encuentra el diario de Rosemary, la madre. La melancolía se escapa de las páginas, cortada por los compases, es difícil retenerla, pero lo inunda todo con su paradójica belleza. Dos frágiles guitarras la escoltan, mientras la voz de Akerfeldt lee lo que pone. Una vida de dolor que se ha ido; ella sabía que moriría sola.

Ghost reveries vio la luz inicialmente como un disco conceptual, pero a medida que nuevas composiciones surgían en la mente de Akerfeldt, alma máter de Opeth el arco argumental se redujo a los cuatro temas anteriores. Con todo, la interpretación de las letras es bastante subjetiva;  el estilo de escritura del sueco, si bien rico y muy visual, es en ocasiones muy ambiguo, dejando al oyente total libertad para encontrar el significado que más le plazca. Así es que también The Grand Conjuration podría formar parte de la temática del álbum.

Se trata de un tema directo y loablemente estructurado, que no es más que una invocación del diablo. El motivo resuena grandiosamente oscuro, apabullante; el conjuro susurrado, magnifíco; y la atmósfera, tenebrosa: un discordante arpegio le da forma en el estribillo, acompañado de una tétrica línea de bajo y de una sección de percusión que suena antigua, ancestral. Las guitarras a contratempo ensalzan el hechizo, que brota desde el mismo infierno escupiendo lo único que puede salir; una armonía compuesta por el mismo diablo, desenfrenada, demencial.

En este trabajo, para un seguidor de la banda el más brillante de su carrera, Opeth nos ofrecen una propuesta que vería sus primeras luces con Still Life, pero más madura y definida. Los suecos despuntan en Ghost Reveries con una personalidad muy marcada, alejada en de la vertiente más death-metalera patente en sus tres primeros trabajos, que cede su anterior protagonismo en pos de un sonido más atmosférico y dinámico. Las composiciones son más complejas que nunca, con estructuras impredecibles y algún que otro deje experimental, alejadas completamente de cualquier convencionalismo, acentuadas por cambios de ritmo y compás sorprendentes y encajados con maestría. Cada una es una historia, un viaje en si misma. En este aspecto destacan los teclados, pianos y Mellotron de Per Wiberg, que ya habría empezado a trabajar con la banda en Damnation, el álbum más atípico de su carrera, pero que ciertamente establecería una pauta a seguir a nivel compositivo. La mano de Wiberg aporta muchísima riqueza a las composiciones, sobresaliendo en muchas ocasiones por encima de las guitarras, hasta entonces principales protagonistas, junto con la voz de Akerfeldt, de los temas de la banda. Respecto a los otros músicos, su aportación es encomiable: Martín López despliega con elegancia toda su técnica en la batería/percusión, en el que sería el último disco que grabaría con la banda mientras que Martín Méndez golpea su bajo con pesadez pero melódicamente. Por su parte, Mikael Akerfeldt brilla con un aura propia: su papel como guitarrista rítmico es sobresaliente, pero lo mismo sucede con su figura solista: cálido, de un gusto exquisito, aunque en este aspecto sería injusto no destacar a Peter Lingdren, cuyo trabajo en las seis cuerdas está también a un altísimo nivel y se complementa a la perfección con el de Akerfeldt.

La tónica de Ghost Reveries es en general oscura y esotérica, pero los pasajes más limpios ocupan un destacadísimo lugar, brillando con su propia pureza. No hay ni un solo tema desechable en el compacto, ni que parezca metido con calzador; es más, el sentido conceptual es magnífico, al igual que el musical; todo recurso persigue un propósito, una lógica herética pero cuerda, algo que convierte a Ghost Reveries en un trabajo redondo, homogéneo y completamente absorbente. Como último, y sin prejuicio de los otros temas, no puedo cerrar esta reseña sin destacar Hours of Wealth, sorprendente y original, sobre todo por ese parte de reminiscencias tan bluseras que Akerfeldt ejecuta mostrando una excelente forma vocal, aspecto muy trabajado en este álbum.

No las he tenido todas conmigo este último mes…pero bueno, no hay problema sin solución 🙂 Dad consuelo a los fantasmas y disfrutad de la majestuosa oscuridad de Opeth 😉

Nos vemos pronto,

G